Cuando Dios interrumpe tus planes
El tráfico lento, un hijo enfermo o una reparación costosa no parecen ser instrumentos importantes en nuestra santificación, pero lo son. Por lo general, no le damos importancia a estas interrupciones e inconvenientes, y en su lugar esperamos que Dios trabaje en nuestra vida a través de circunstancias extraordinarias que marquen un antes y un después.
Pero la realidad es que en la vida no ocurren con frecuencia esos grandes acontecimientos que nos hacen confiar en Dios y obedecerle de una manera más profunda. No seremos llamados a construir un arca o a llevar a un hijo único al Monte Moriah. Por el contrario, es en estas pequeñas frustraciones e interrupciones, en las cosas simples de la vida, donde se nos da la oportunidad de confiar en Dios, obedecerle y darle gloria.
Las interrupciones de la vida nos recuerdan que no tenemos la vida resuelta y que no podemos hacerlo solos. Son como la vara del Pastor, que nos saca de nuestro camino errante y nos lleva de regreso hacia el Gran Pastor. Necesitamos estas interrupciones. Más que ninguna otra cosa, nos acercan a la cruz de Cristo, donde recordamos el evangelio y recibimos su gracia y perdón.
Es difícil ver que todos estos pequeños eventos e interrupciones frustrantes que ocurren en nuestro día han sido colocados por Dios como oportunidades para crecer en gracia, pero es así. Y verlos así nos ayuda a dejar de mirar hacia nosotros mismos y a poner nuestros ojos en Cristo, quien se preocupa más por nuestra transformación que por nuestra comodidad diaria. En lugar de darnos una vida fácil, la interrumpe con gracia y nos muestra qué es lo que más necesitamos: Él mismo.
¿Y tú? ¿Tu vida está llena de interrupciones? ¿Ves la mano de Dios trabajando en ellas?