Cuando Dios interrumpe tus planes
Hace poco estábamos de vacaciones con mi familia cuando Dios interrumpió mis planes. Habíamos viajado cientos de millas para quedarnos en un hotel en la playa. Había organizado pasar un día visitando amigos. Pero entonces, en medio de la noche, justo antes del día libre que había programado, uno de mis hijos despertó enfermo. Pasé todo el día siguiente encerrada, mirando a través de la ventana del hotel el largo trecho de playa que estaba apenas fuera de mi alcance.
Mi vida está llena de interrupciones, inconvenientes, frustraciones y eventos inesperados. Las cosas se rompen. Ocurren accidentes. El teléfono suena justo cuando entro en la cama. El tráfico me hace llegar tarde. Justo cuando no podemos gastar más, se descompone un electrodoméstico. Enfermedades inesperadas cambian los planes que organicé tan cuidadosamente. Podría seguir con una lista más y más larga. Probablemente ustedes también.
El problema es que, por lo general, no sé lidiar bien con estas interrupciones. Reacciono con frustración y rabia. Como una niña pequeña, quiero patear el piso y decir: “¡No es justo!”. Culpo a los demás por las molestias. Hasta celebro mis propias fiestas de autocompasión.
Aun cuando estas interrupciones son inesperadas y me toman por sorpresa, a Dios no lo toman por sorpresa. No son eventos fortuitos y sin sentido. De hecho, las interrupciones son puestas en mi camino por obra divina y por alguna razón. Dios las utiliza para hacer que me parezca más a Cristo.