1 Samuel 7:12
Conversando con mi hijo menor, en una ocasión le surgió una pregunta interesante: “Papá, si vos hubieras hecho las cosas bien, ¿Qué sería de tu vida?”; esta pregunta le surgió porque mis hijos conocen mi testimonio de vida, saben que fui criado en un hogar cristiano y les narré como fue mi adolescencia rebelde y como luego, de estar apartado algunos años, regresé al camino del evangelio a una restauración plena en familia, pero con muchos pendientes en otras áreas que fui levantando poco a poco (en los ámbitos laborales, académicos, etc.). Mi respuesta a su pregunta fue “Seguramente mi vida no sería lo que es ahora, porque soy lo que soy gracias a toda una experiencia de vida, gracias a todo lo que El Señor hizo conmigo en todas las circunstancias que se me presentaron difíciles”.
Muchas veces, aunque no nos hagamos esta pregunta, es necesario pensar en ello. ¿Qué seríamos sin la misericordia de nuestro Dios en nuestras vidas? ¿Cómo podríamos haber logrado tantos avances en muchas áreas, haber aprendido tantas cosas sin haber pasado por la experiencia que Dios usa para moldearnos a su manera? El diamante es lo que es gracias a una presión y temperaturas extremas que moldean al mismo material que forma el carbón, pero que a lo largo de miles de años genera una piedra preciosa. Eso es lo que somos en las manos de Dios, eso es lo que eres, un diamante en bruto, una piedra sucia y fea de carbón que fue moldeada, presionada, probada con fuego y sacada en victoria, sanada y preparada para brillar y mostrarle al mundo que a pesar de las luchas y de las pruebas Dios siempre te trae a la conquista.
El profeta Samuel reunió al pueblo de Israel en Mizpa, donde se dispuso a orar por todo el pueblo de Dios, y sucedió que mientras hacía esto, presentando un holocausto a Dios, los filisteos acudieron a pelear contra Israel allí; pero fueron vencidos por la mano poderosa del Señor y sometidos de ahí en más durante todo el ministerio de Samuel. Fue allí, entre Mizpa y Sen, que Samuel puso una piedra y la llamó “Ebenezer”, que significa “Hasta aquí nos ayudó Jehová”.
Desconozco tus vivencias, no sé cuáles son tus pruebas ni en qué circunstancias te encuentras ahora, pero lo que sí sé, lo que me urge decirte es que no pierdas las esperanzas. Todas tus vivencias, son para formar el diamante que hay en ti, preparar un gran siervo de Dios en tu vida y cumplir el propósito para el cuál fuiste llamado. Si llegaste hasta este momento es porque Dios cree en ti. Mira a tu alrededor y dale gracias a Dios por tu vida, eres un milagro, el Creador del universo te adoptó como su hijo y dio su vida a cambio de la tuya, para salvarte. No quiero con esto que largues todo y digas “¡Ya está! Que Dios se encargue de todo por mi si al final esto avanza por sí solo”, no. Avanza. La vida cristiana es un continuo avanzar, a pesar de las luchas, a pesar de las pruebas a pesar de lo que un desconocido virus quiera imponerte ¡La vida cristiana siempre es avanzar! Y cuando veas que hubo pruebas verás también la victoria y todo lo que aprendiste de esos momentos, de cómo el Señor te llevo a buscar su rostro y encontrarlo siempre a tu lado, de cómo el Señor sanó tus heridas, prosperó tu economía, te levantó en medio de un pueblo angustiado y temeroso que no conoce a Dios y que ve como vos te levantas erguido y fuerte a pesar de todas las circunstancias contrarias porque sabes que El fuerte de Israel, el Gran Yo Soy, está de tu lado y podrás decirles a todos ellos en voz alta “¡EBENEZER! ¡HASTA AQUÍ ME AYUDÓ EL SEÑOR!”
Que Dios te bendiga muchísimo.
Alejandro Martínez