La perfección de la fidelidad de Dios puede resultar incomprensible para nuestras mentes finitas que, día a día, se familiarizan más con la falta de fidelidad.
Diferente a lo que sucede con los seres humanos, la fidelidad es esencial a la naturaleza de Dios. Dios siempre hará lo que dice y cumplirá lo que prometió. El nunca olvida, ni falta a su palabra, nunca renuncia a ella, ni se compromete en vano. Ser infiel sería obrar en contra de su naturaleza, algo imposible.
La Biblia nos enseña a descansar en la fidelidad inmutable de Dios. Se puede confiar en Él, y Él jamás será infiel a los que confían en lo que Él ha dicho. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir? ¡Nunca!
Podemos recordar diariamente sus promesas y confiar en que, más allá de como se vean las circunstancias, Él es fiel para cumplir todo lo que prometió. El amor del Señor no tiene fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad!